No juzguemos nosotros, no caigamos en la trampa de ser nosotros jueces y verdugos.
Dejemos que sea Dios el juez supremo de todo, delante del cual seremos todos juzgados en su día. El que juzgue.
Así nos dice en su palabra en:
1 Corintios 4:5
“Así que no juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”
Amen.